“Algo claro nos queda y es que la publicidad lo ha hecho muy bien, aunque en la corriente inversa. Lo que ha primado son las ventas, las ganancias cortoplacistas, el engrandecimiento de algunos, sin tener en cuenta que el empobrecimiento y calidad de vida de todos es la apuesta que estaba en juego”, señala la docente de Campus Creativo UNAB, Gabriela Olivares.
Vivimos en una sociedad culturalmente diversa y los cambios respecto a las estructuras actuales necesitan de una cosmovisión acorde a los tiempos y espacios que estamos viviendo, eso implica no solo las avenencias, sino, sobre todo, buena disposición, entendimiento y apertura de mente para resolver las dificultades.¿Es el consumo masivo de ropa una dificultad? Claramente sí y la respuesta es más simple aún, ya que, si no hay consumidores, no hay producción viable para tales efectos y ahí acabaría el problema. La segunda pregunta sería: ¿son las campañas que incitan al “no consumo” o “consumo de segunda mano” una solución? Creo que no, al menos no en forma absoluta, ya que se hace cada vez más indispensable abordar el fondo que la forma. Es el consumo a gran escala, es la cultura de lo “barato”, propiciada con mayor fuerza en el ultimo período del siglo XX y adoptada con tanto entusiasmo por cientos de marcas de retailmasivo y consumidores amantes de éstas, las que debiéramos, al menos, cuestionar. Algo claro nos queda y es que la publicidad lo ha hecho muy bien, aunque en la corriente inversa. Lo que ha primado son las ventas, las ganancias cortoplacistas, el engrandecimiento de algunos, sin tener en cuenta que el empobrecimiento y calidad de vida de todos es la apuesta que estaba en juego. En mi experiencia, noto que son las nuevas generaciones las que buscan y demandan cada vez más respuestas, aunque no siempre sepan cuál es la pregunta indicada para las controversias que afrontan. “Los jóvenes no están ni ahí” es una frase que suelo escuchar con frecuencia, sobre todo en lugares donde las personas no participan recíprocamente con las nuevas generaciones. Esta actitud no solo la interpelo, sino que me pregunto qué tan abiertos estamos los más adultos a reconocer sus necesidades (propias de la época y espacio que transitan), escuchar sus reclamos (muchas veces bien fundados) y, especialmente, guiarlos por un camino fundado en el diálogo y una consciencia más colectiva que individual.