En esta novela gráfica, Antonia Bañados plasma la incertidumbre, el entusiasmo y los cuestionamientos éticos vividos durante la realización de su proyecto, acercando al lector al proceso creativo de un artista.
En la novela la académica UNAB establece un paralelismo, entre el axolotl, que se adapta a este nuevo acuario instalado en una escuela de arte escocesa, y ella, que se va integrando a una sociedad diferente de la propia. Ambos, el axolotl y la autora son seres instalados fuera de sus hábitats y costumbres que pueden ser observados a través de este vidrio.
Al respecto Bañados cuenta que su proyecto estaba, en un comienzo, más vinculado a lo arquitectónico, pero que su estancia en Edimburgo la llevó a considerar los museos como lugares donde los objetos “construían universos desconocidos, quería crear una ventana a otra dimensión que estuviera habitada por piezas arquitectónicos que se vieran futuristas pero que se vieran usadas”.
“Finalmente llegue a la conclusión que la mejor forma de construir esto era hacerlo con seres vivos reales, hice crecer musgo, pasto, algas y la idea era que hubiera un ser vivo que recorriera el espacio par que pasaran de ser objetos a arquitectura, espacio, que sea fácil de cuidar, pero que se mueve, y ahí llegue al axolotl” cuenta Antonia.
La relación entre Charlie, el axolotl, y Antonia termina creando un nudo en la narrativa, porque se establece un vínculo dada la responsabilidad de tener y mantener un ser vivo, con las implicaciones éticas de hacerlo parte de una obra y alejarlo de su hábitat, “objetualizándolo”.
Antonia comenta al respecto que “hubo mucha culpabilidad, cuestionamiento y obsesión, porque con la presión de rendir un buen trabajo, siendo la extranjera que venía de escuelas menos preparada, que venía con una beca, pensaba todo el día en el trabajo”.